martes, 26 de junio de 2012

Un vaso de agua no se le niega a nadie

En estos últimos tiempos es muy común ver a la presidenta argentina, Cristina Fernández, “vender” los recursos naturales al mejor postor. En los discursos se ofrecen, por decirlo de una manera comercial, el agua, la tierra, los minerales. Todo es en nombre del “progreso”, ese que sólo sigue llenando los bolsillos de los millonarios, de las empresas transnacionales y de los afortunados que desembarcan en el país para hacer sus negocios. ¿Qué queda de ese progreso? Hambre, miseria, explotación, destrucción y agotamiento de los recursos. Nada más. Ni progreso, ni trabajo, ni alimento. Nada. 


El pasado 15 de junio la presidenta se reunió en New York con empresarios estadounidenses y fue ahí dónde festejó y elogió las inversiones de Monsanto. La historia de esta empresa merece un análisis aparte. Mientras tanto el discurso de la presidenta argentina fue muy claro: además de festejar las inversiones aclaró que esto ayudará a concretar el cuestionado Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) 2020. El PEA propone extender la frontera agropecuaria hasta el año 2020. Esto se traduce en continuar con los desmontes, en expulsar a comunidades campesinas e indígenas de sus tierras, en un mayor uso de la tecnología para una mayor producción. Por lo tanto, para seguir sojizando se necesita más territorio y más tecnología. Más agrotóxicos. Esto es vendido como progresismo desde el discurso oficial con palabras como “avance” y “adelanto”. De ninguna manera así lo ven las comunidades que padecen los atropellos del modelo extractivista-groexportador.

“Yo le comentaba –y la gente de Monsanto no lo sabía– que tenemos una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego producen forraje de primerísima calidad”, dijo la presidenta ante los empresarios. Es preciso preguntarse, primero, si la gente de Monsanto y los empresarios allí presentes desconocen la existencia de la Patagonia. Continuó diciendo: “Y tenemos también agua en la Patagonia, porque cuando me tocó inaugurar, el otro día, una ampliación de un emprendimiento minero: Cerro Vanguardia, en mi provincia, lo habíamos inaugurado cuando Néstor era Gobernador y cuando otros eran los propietarios, ahora hay nuevos propietarios. Y han pasado de la minería a cielo abierto a minería en excavación y es justamente donde han encontrado en plena Patagonia ríos subterráneos. A ellos les causa problemas, pero a nosotros nos ha llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el elemento vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”. Nada más que agregar a las palabras de la Presidenta de la Nación.

En otro discurso reciente, durante una videoconferencia con los presidentes de Brasil y Uruguay, y con la presencia del Primer Ministro de China, Wen Jiabao, en la Casa Rosada, la presidenta Cristina Fernández ofrece los milagros de la tierra. “El gran desafío – como señalaba Pepe – es que precisamente el gran comprador, como él lo definió, y el gran vendedor que es China pueda también articular con nuestra región, que es un mercado, pero además es un conjunto de naciones en desarrollo, en crecimiento, con mucha gente que incluir, con un potencial en materia de ciencia y tecnología realmente muy importante, con recursos en materia energética, alimentaria, mineral y de agua dulce como tal vez pocas en el planeta nos colocan en una posición en la que podemos llegar a grandes acuerdos; así lo deseo”.

Estos discursos son comunes y marcan una era, una etapa. Los recursos naturales son puestos en primera escena en países que, parece, no tienen otra cosa para ofrecer.

Un vaso de agua no se le niega a nadie, pero el vaso se va vaciando y con ayuda se está pinchando.

Por Fabián Chiaramello


Foto:  Casa Rosada

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