jueves, 7 de junio de 2012

El arte y sus luchas


“El arte no es un espejo para reflejar la realidad,
sino un martillo para darle forma" 
 

(Bertolt Brecht)


Cuando hay un Estado ausente, cuando las necesidades se hacen cada vez más fuertes, cuando hay personas viviendo en la calle, cuando se cometen crímenes contra los que menos tienen, cuando se reprimen las voces de los menos, que son más, hay que hacer visible lo invisible. Apropiarse de los espacios públicos puede ser la mejor, y a veces la única, solución para este problema. Desde el arte, la cultura y la arquitectura pueden crearse condiciones más dignas de vida, puede ponerse en discusión o hacer ver a una sociedad ciega los problemas que la rodean, y que de otra manera no conocería.




           Los espacios públicos se convirtieron en un simple lugar de paso, de circulación para ir a otros lados. La sociedad debe resignificar estos lugares: que sean del pueblo y para el pueblo, que le den voz a los oprimidos, que reescriban la memoria colectiva, que las intervenciones sirvan para visibilizar situaciones, denunciar y hacer propuestas, que sean un punto de encuentro, movilización y organización.

Salir a pintar una pared puede no significar nada, pero también puede tener una carga y un peso muy importante. El símbolo de Pocho Lepratti, la bicicleta, el cambio de nombre de calles y tantas otras intervenciones dan cuenta de que no todos los rosarinos permanecen inmóviles ante tantas injusticias y crímenes que se cometen a diario. La función de una pintada, un mural, una escultura es no sólo rendir un homenaje, hacer justicia, representar una causa, una lucha; sino también movilizar a esa parte de la sociedad que está paralizada y ciega ante la realidad.

La resignificación del espacio público es clave en la construcción de un mundo más justo. Desde el colectivo cultural Digna Rabia, del Frente Popular Darío Santillán, contaron cómo, luego del asesinato de dos compañeros, la estación Avellaneda, lugar donde ocurrieron los trágicos hechos de junio de 2002, se convirtió en un centro cultural. Hoy es la estación Darío y Maxi. No es una parada de tren más: se realizan talleres, funciona una cooperativa textil, se hacen encuentros culturales. “Estas acciones representan una lucha, una construcción, pasan a ser simbólicas.  ­Significan no sólo las muertes de los compañeros sino que son lugares de encuentro”, dijo uno de sus integrantes. 

“Tenemos que intervenir porque es necesario. No nos gusta tener que salir a pintar las paredes, es horrible salir a la noche, pero hay que hacerlo porque es parte de un proceso, hay que ir y enfrentarlo de esa manera”, disparó por su parte un miembro del grupo Arte xLibertad. Este punto es muy importante, para muchos un graffiti, un mural, una frase puede ser sólo ensuciar, nada más, pero no es así. Todas las intervenciones, ya sean artísticas, culturales o arquitectónicas, tienen un fin y una función: la de sacar a luz o poner en boca ciertos temas, muchas veces tabúes, denunciar, recordar, ajusticiar a los mártires de la historia, la necesidad misma de expresarse.



Intervenir paredes no es para ensuciar sino para generar otra cosa, por lo general soy partidario de los trabajos que dicen muchas cosas y no que digan una sola. Soy partidario del arte por eso quiero hablar desde ahí”, dijo a su vez Fernando Traverso, el artista que creó el símbolo de labicicleta que hoy está por todas las calles de la ciudad y en varios puntos del país y Latinoamérica. La bicicleta representa a los desaparecidos de la última dictadura militar. Traverso contó que su idea fue transformar a la ciudad en un “gran museo de la memoria y hablar del horror con una figura simpática, que enamorara”.

Uno de los efectos de ciertos símbolos es el de generar cierta curiosidad en las personas, lo que los lleva a preguntarse quién lo hizo, por qué, qué significa, a quién representa. Otra cosa positiva, que sostienen y comparten los grupos y artistas, es que en las intervenciones salen a la luz cosas nuevas. “La gente empieza a hablar, se animan a contar cosas. Lo importante no es el mural sino lo que genera”, contó Traverso, satisfecho por esas experiencias. Desde Arte x Libertad afirman que intervenir un espacio es una actividad para socializar: “Hacer un mural con chicos, con familias, sirve además para muchísimas cosas: conocernos, participar, darle lugar a todos, sumar voces. Los familiares ayudan a construir las historias”.

Otro fin que persiguen los artistas cuando crean algunos símbolos, íconos o frases es el de la reproducción. “La hormiga que representa a Pocho y a todas las personas que hacen ese trabajo cotidiano fue hecha por un compañero y la idea es que todos aprendan a hacerla, que se siga multiplicando”, disparan desde el colectivo cultural que hace intervenciones en toda la ciudad y el país, y que creó espacios que hoy ya son lugares claves para los encuentros, como la Plaza del Pocho.


Un efecto negativo de algunas expresiones artísticas, más aún cuando son anónimas, es la utilización de lo simbólico por el poder y cómo se lo apropia para darle otro sentido. Un ejemplo puede ser la utilización del Partido Socialista en las elecciones pasadas de la imagen de Pocho Lepratti para atraer votos. “Cuando se hace algo anónimo se corre el riesgo, lamentablemente, de que lo roben. El robo y la tergiversación de los símbolos debería ser, al menos, repudiada”, dijo un integrante de Arte x Libertad. También se confunden ciertas intervenciones, como la bicicleta que muchos relacionan, equivocadamente, con Pocho.

Lo privado va cooptando a lo público. Los espacios son cada vez más reducidos o están “disfrazados”. Muchas veces el poder crea espacios con otras intenciones, que sirven para el negocio inmobiliario en un futuro. “Se van cediendo lugares y la frontera va siendo cada vez más fina”, disparan desde Digna Rabia. “Lo público se puede alquilar -dice un integrante de Arte x Libertad en un tono sarcástico-. Por eso nosotros hacemos las intervenciones, porque no tenemos con qué pagar”. 

La arquitecta y docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario Alejandra Buzaglo sostiene que los trabajos (intervenciones, resignificaciones de espacios) deben ser no sólo para los “convencidos”, sino que tienen que servir para que las personas que no están enteradas o que permanecen indiferentes ante ciertas problemáticas se enteren y se sumen a la lucha. “Ese es el desafío”, asegura.

Resignificar, darle otro significado, otra visión, otro uso, apropiarse de un espacio público, de un muro, de una vereda, de una calle, no es otra cosa que la necesidad misma de crear espacios para organizarse, de expresarse y denunciar, de hacer propuestas, de luchar desde el único lugar que queda, ya que, como dice un proverbio de estos tiempos, “si los medios son del capital, las paredes son del pueblo”. Cuando las necesidades que hoy están plasmadas en paredes y plazas estén resueltas, cuando el poder sea el eco del pueblo, no va a existir la necesidad de intervenir espacios, el arte se ocupará de la belleza desde otro lugar y los reclamos serán otros. Más o menos importantes, tal vez, pero sí menos urgentes.
                                    

                                                    Por Fabián Chiaramello

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