miércoles, 4 de julio de 2012

Las investigaciones de Del Frade y la Masacre de Rosario

A Carlos del Frade nadie lo conoce así en Rosario. Si alguien pregunta por él debe llamarlo Carlitos para saber de quién se está hablando. Desacartonado, caminador incansable, al periodista se lo puede ver, como hace unas semanas, interviniendo en el Foro Nacional de Educación por el Cambio Social, de pie y hablando para toda la concurrencia en vez de sentado y quieto delante de un micrófono. Explica, va y viene, ejemplifica sobre el recorrido histórico que llevó a la policía y al narcotráfico al lugar que ocupan en la ciudad o sobre detalles del Triple Crimen de Moreno.


Es que Del Frade tiene experiencia en diferentes medios: llegó a ser jefe de redacción del diario El Ciudadano y conductor del programa matinal de LT8, una de las principales radios de la ciudad. "Me echaron como un perro por mi ideas políticas y mi actividad gremial", aclara. Hoy se reparte entre numerosos medios alternativos o locales (Rebelión, Agencia de Noticias Pelota de Trapo, Red Voltaire, Canal 16 de Alvarez, Televisión Regional de San Lorenzo o Radio Universidad de Rosario), además de un programa los sábados a la mañana en Radio Splendid. Del Frade se reconoce desde la política "de lo cercano" y así elige también generar la comunicación e incluso su actividad docente por todo el país. Desde 2009 dicta en diferentes pueblos del interior el seminario "Historia política de la esperanza". También milita en la CTA y el año pasado fue candidato a legislador por Proyecto Sur. Miembro de la Comisión Investigadora Independiente por el triple crimen de Moreno, Del Frade cuenta con numerosas investigaciones referidas a la vinculación entre fútbol, política, narcotráfico y violencia en los barrios, entre ellos Central y Ñuls, la ciudad goleada (fútbol, lavado de dinero y poder) y Ciudad Blanca Crónica Negra, además de participar del libro de Mauro Federico País Narco.



–¿Cómo empezaste con estas investigaciones?

–Esos son intentos desesperados por acercarme a lo popular. Yo soy fanático de Rosario Central y viví como cualquier hincha la destrucción del club. Me di cuenta de que me resignaba a llorar por los peldaños de la tribuna o hacía algo. Entonces empecé a investigar. Yo soy de la época en que los hinchas de Central y Newell’s convivían en una misma tribuna, cosa que hoy es imposible porque el folklorismo exacerbado que introdujeron las minorías que se robaron estos clubes fomentó las peleas para poder generar negocios. Hicimos dos libros muy fuertes y uno terminó por ganarle a López (Eduardo, ex presidente de Newells) una batalla en la justicia. Hoy eso tiene vigencia porque queda claro que las barras bravas son la masa original de las bandas armadas en los barrios. Los jefes de las barras bravas volcaron durante los noventa más de 500 mil dólares por bimestre en los barrios rosarinos para comprar voluntades. Por supuesto, con la complicidad policial que habilitaba el mercado negro de armas, como se demuestra en este triple crimen de los militante del FPDS en el Barrio Moreno. Por eso cuando leés el fútbol, no leés la cancha chica del fútbol, sino la cancha grande de la realidad. Hoy hay una variante en las barras bravas que no genera poder, sino más soldados para lo que pasa adentro o afuera del club. Pasa hoy tanto en Newell’s como en Central. Y hay internas feroces. Al Pimpi Camino, que era el jefe de la barra brava de Newell’s, lo matan el 19 de marzo del 2010, que era el cumpleaños de López. Le hicieron un regalo maravilloso. Entonces ahora el jefe de la barra brava, después de la derrota de López en las elecciones, es el Panadero Ochoa, pero los que le discuten el poder son los tipos que se formaron con el Pimpi, y que forman parte de bandas que en los barrios se consolidaron como la banda de los Monos. Estas bandas ya están vinculadas con la policía, con el narcotráfico, ya tienen la guita; pero quieren la barra brava para legitimar la incorporación de nuevos soldados para el negocio de la droga y la violencia. En esta causa del triple crimen de Villa Moreno se ve cómo los policías le dicen naturalmente a la jueza que saben del mercado negro de armas y la justicia no lo quiere investigar porque se concentran en quiénes son los asesinos materiales. Cuando la justicia se resigna a eso, lo que genera es impunidad sobre esa matriz de construcción de las bandas armadas en los barrios. Y el poder político, ya sea socialista o peronista, deja hacer a cambio de mantener un cierto nivel de delito que resulte tolerable. Lo que pasa es que hoy la gente no tolera que le maten a la gente laburante. Entonces el reclamo no hay que negarlo. No es un reclamo de derecha. ¿Cómo no vas a defender a un laburante? ¿Cómo no vas a investigar? Pero ahí te topás con la falta de valentía política que existe en la mayoría de los dirigentes políticos.



–Como sucede con el caso puntual del Triple crimen de Villa Moreno…

–Ahí, si bien hubo relevos policiales, la justicia dijo "nosotros no vamos a ir por la matriz de las bandas armadas, vamos por los autores que es lo que nos corresponde". Lavan la ropa, se cuidan, y dicen: "eso lo tendrían que hacer ustedes". ¿Y cómo diablos lo vamos a hacer nosotros? ¿Cómo vamos a hacer justicia nosotros? Lo que sí tenemos que hacer es construir educación popular con información concreta sobre cuál fue el origen de la banda. Hay que hacer la historia de la comisaría, de las relaciones con los grandes abogados y contadores del centro, hay que leer en profundidad la causa y los datos que existen sobre el mercado negro de armas, donde la policía dice que conoce de su existencia y no hace nada. Y si es así es porque participa. Eso está claro. El tema es cómo las organizaciones sociales se convierten en una herramienta de transformación que al mismo tiempo sea popular; esa es la clave. Sino te queda el dilema de los años setenta: como no puedo transformar la sociedad por las buenas, agarro las armas. Y te desaparecen. Ahora creo que hay que cuidar la sangre de los pibes, es sangre muy valiosa. Es necesario producir información sobre la historia de cada una de las seccionales policiales en los barrios rosarinos para comprender qué presente se vive en la geografía profunda de la ciudad.

No es casual que tres pibes de Villa Moreno, uno de los tantos barrios de Moreno, hayan sido asesinados por una banda que hunde sus raíces en la trama de relaciones que desde hace tiempo han establecido integrantes de las fuerzas de seguridad, empresarios que viven en el centro y violentos profesionales que se aprovechan de la ausencia del Estado para abrazar al 80 por ciento de las pibas y pibes que no terminan la secundaria en estos arrabales del mundo. Una trama que, además, cuenta con abogados y contadores expertos, no solamente en lo suyo sino también en manejos poco cercanos a las leyes. Habilidades que luego se pagan de los dos lados del mostrador.

Por Tomás Astelarra y Nadia Fink

Fuente: Marcha


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