lunes, 18 de marzo de 2013

La resistencia y sus consecuencias

El año arrancó con tres muertes de niños pertenecientes a distintas comunidades originarias a causa del hambre y la situación de pobreza en menos de dos meses. Mientras que el país es proyectado como una fuente de alimentos para el mundo y se consolida un modelo agroalimentario-extractivista, los pueblos originarios paralelamente a ese “progreso” son desalojados, excluidos, marginados, reprimidos y expulsados a las ciudades. Pero el hambre no es la única forma en la que se presenta el genocidio invisible. Quienes se resisten a este camino son reprimidos, amenazados y asesinados. Siempre en situaciones “dudosas” que quedan en la nada y nunca se encuentran culpables.

La comunidad Potae Napocna Navogoh fue visibilizada tras cortar la Avenida 9 de Julio en Buenos Aires durante casi medio año. Antes de esto también existían, ya que son los miembros del pueblo qom que llegaron a la capital como una medida extrema y urgente ante la necesidad de justicia, de ser escuchados, de que les devuelvan lo que les pertenece.

Desde ese 23 de noviembre de 2010 en el que la represión se cobró la vida de un miembro de la comunidad y la de un policía en las rutas de Formosa, el que viajen a la capital del país, el único lugar en el que parece que las cosas cobran relevancia, y el que la figura de Félix Díaz se convirtiera en la de un ejemplo de lucha, las malas noticias no dejaron de hacer eco.

Pablo Sanagachi era miembro de la comunidad qom, tenía 19 años, y murió en un hospital de Buenos Aires los primeros días de febrero, de un año que recién comienza. Las causas de la muerte del joven fueron la desnutrición y la tuberculosis. Una cosa lleva a la otra. Pablo se fue a la ciudad en busca de oportunidades, como tantos otros. Sin embargo, se llevó consigo las marcas de su vida. En un comunicado, la comunidad denuncia la situación y pide justicia: “Estamos muy tristes y preocupados por la situación de nuestros jóvenes. Necesitan una verdadera oportunidad, una esperanza de vida. Les pedimos a los funcionarios verdaderas políticas de inserción social y programas que ayuden a nuestros jóvenes a salir de esta situación. No queremos vivir de pensiones por discapacidad como ahora. Queremos trabajar nuestras tierras, queremos una vida digna”.

Apenas unas semanas después del triste hecho apareció otra muerte. Esta vez un niño de tan sólo 12 años, miembro de la comunidad Nam Qom, de la ciudad de Formosa. La muerte lo encontró en un basural en el que iba a buscar algo para poder comer. En la lucha por conseguir los “mejores” desechos, el niño subió al camión volcador mientras retrocedía, se cayó y la rueda lo aplastó, quitándole la vida en el acto. No es la primera vez que ocurre una muerte de estas características.

El primer día de febrero, Melba Antolina Bisón, de apenas dos años de vida, murió por desnutrición. Otro caso de un niño, miembro de una comunidad originaria, que muere por falta de una buena alimentación, esta vez en Salta.

En una entrevista con la agencia de noticias de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), el qarashe de la comunidad qom, Félix Díaz, explicó que “esta terrible situación se debe a la extrema pobreza en la que se encuentran los jóvenes de los pueblos originarios, la falta de oportunidades y la falta de políticas para terminar con estas injusticias”.

“Los pueblos originarios y los pequeños campesinos son expulsados directa e indirectamente de sus tierras y, en su mayoría, terminan engrosando las villas miseria en las ciudades”

“La falta de oportunidad genera la migración de nuestros jóvenes a las ciudades buscando alternativas y muchos de ellos no consiguen trabajo y subsisten mendigando o en los basurales, pero como hay muchísima gente que depende de ese trabajo, se pelean para acaparar todos los materiales que se tiran. Muchas veces los chicos encuentran alimento en el basural y a través de eso sobreviven, es una condición infrahumana pero lastimosamente viven así en la ciudad. No es lo mismo que vivir en el campo, donde por lo menos se puede pescar, recolectar frutas o compartir con la familia lo poco que se tiene. Es otra regla, en la ciudad hay que tener plata, hay que tener trabajo para vivir mínimamente”, señaló.

El referente de la comunidad qom, conocida como La Primavera, pero que su traducción al castellano es Garra de Oso Hormiguero, afirmó que existe una política bien estudiada “para que los indígenas abandonen sus territorios y emigren a la ciudad y de esta manera poder justificar que son los propios indígenas los que se van de sus territorios y quitárselos”. El tema de fondo, siempre, es la tierra. La propiedad de la tierra, que es la fuente de la vida de los pueblos.

“El discurso del país productor de alimentos también esconde otra realidad: la producción de soja es utilizada, en su mayoría, para forraje y para biocombustibles”

Los jóvenes de los pueblos originarios pasan hambre, se escapan a las ciudades en busca de otras oportunidades siempre negadas, mueren aplastados en la basura en la lucha por algo que signifique un alimento. Todo esto se evitaría con el respeto de sus derechos más básicos: una educación bilingüe, que respete su cultura, el reconocimiento de sus territorios y un acceso a la salud como cualquier ciudadano argentino.

En el país de los alimentos
“Este plan tiene por objeto repotenciar el rol de Argentina en el mundo como gran productor de alimentos”, disparó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en septiembre de 2011 cuando presentó las metas del Plan Estratégico Agroalimentario, mientras remarcaba el “liderazgo alimentario internacional”.

Los objetivos del plan, entre otros, tienen que ver con aumentar en un 60% la producción de granos: pasar de las 100 millones de toneladas actuales, la mitad es soja, a 160 millones para el año 2020. Para alcanzar esta meta productiva se debe correr aún más la frontera agropecuaria, pasar de la superficie sembrada con granos actual de 33 millones de hectáreas a 42 millones. Esto implica avanzar sobre nuevos territorios y, además, utilizar cada vez más tecnología: semillas transgénicas y agrotóxicos.

“Las organizaciones indígenas y campesinas ya cuentan a decenas los muertos a causa de los desalojos en la lucha por la tierra”

Lo que no se dice en estos anuncios es cómo se avanza sobre estos territorios, cómo se consolida un modelo basado en el monocultivo. Los pueblos originarios y los pequeños campesinos son expulsados directa e indirectamente de sus tierras y, en su mayoría, terminan engrosando las villas miseria en las ciudades. Los desmontes eliminan cualquier tipo de vida y posibilidad de supervivencia para los pueblos: sólo en 2012 fueron deforestadas 200 mil hectáreas en el país.

El discurso del país productor de alimentos también esconde otra realidad: la producción de soja es utilizada, en su mayoría, para forraje y para biocombustibles. El mismo año del anuncio del PEA 2020, el por entonces ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, aseguró: “Argentina está produciendo alimentos para 450 millones de personas y al terminar la década será para 650 millones”.

El modelo sigue sumando muertes
La situación de pobreza extrema en la que se encuentran muchos de los pueblos originarios a lo largo y ancho del país, la exclusión, los desalojos que se cobran vidas y obligan a los indígenas a emigrar a las ciudades donde no existen posibilidades más que las de los trabajos más duros, la esclavitud como una salida, la contaminación por los agrotóxicos y por otras actividades extractivas como la megaminería, la concentración de la producción, los desmontes, el valor de la tierra cada vez más alto. Este modelo es el que mata. Los pueblos originarios no pueden vivir sin ese respeto que piden a gritos, sin su tierra que es su vida.

Las organizaciones indígenas y campesinas ya cuentan a decenas los muertos a causa de los desalojos en la lucha por la tierra. Sólo en esta parte del año la comunidad Potae Napocna Navogoh suma las muertes de Pablo Sanagachi; Daniel Asijak, de 16 años de edad, que perdió la vida en un dudoso accidente; y en los primeros días de marzo de Lázaro Cantón, de 41 años, que murió al caer sobre una vidriera mientras escapaba de los ataques de un grupo relacionado a Cristino Sanabria. Éste está relacionado al oficialismo y responde a Gildo Insfrán. En el ataque también salió herido de arma blanca Andrés Sanagachi, de 20 años. La comunidad que se animó a cortar por meses la Avenida 9 de Julio es un claro ejemplo de lo que pasa.

Quienes se oponen, resisten y gritan contra un modelo basado en el agronegocio, la megaminería y la extracción de hidrocarburos, son los blancos de todos los ataques. Son quienes no sólo mueren de hambre por un sistema que los excluye, que los deja afuera, que no respeta su cultura, su cosmovisión, su vida, sino que también son reprimidos y asesinados con total impunidad a plena luz del día, sin que a nadie le importe demasiado.

“En la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario en Tecnópolis, la presidenta afirmó que el país ‘ya es hoy un líder global en materia alimentos’. Mientras tanto, bien adentro, donde no todos ven, siguen muriendo niños por no tener un plato caliente todos los días”

Cada vez que se suma una nueva muerte se habla de “accidentes”, de alcohol y drogas. Todas coartadas para seguir ocultando y justificando el genocidio invisible hacia los pueblos originarios. Además, existe una compra de voluntades a través de los distintos organismos estatales que generan divisiones en las comunidades y terminan de forma trágica llevándose más vidas.

En la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario en Tecnópolis, la presidenta afirmó que el país “ya es hoy un líder global en materia alimentos”. Mientras tanto, bien adentro, donde no todos ven, siguen muriendo niños por no tener un plato caliente todos los días. Un país que se jacta de ser productor de alimentos, con un gran excedente, no puede permitir un niño con hambre. El incansable luchador, que acompaña a los pueblos originarios desde hace mucho tiempo, Osvaldo Bayer, dijo una vez: “Mientras haya villas miseria y niños con hambre, no habrá una verdadera democracia”.

Por Fabián Chiaramello

Fuente

Cooperativa de Comunicación La Brújula

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