martes, 28 de agosto de 2012

Los verdaderos dueños de la tierra

Las antiguas voces todavía nos dicen que somos hijos de la tierra y que la madre no se vende ni se alquila. Esas voces porfiadamente vivas nos anuncian otro mundo que no es este mundo envenenador del agua, el suelo, el aire y el alma.

Esas voces de las que hablaba Eduardo Galeano miran estos suelos hoy con ojos extraños. Cómo entender que esa huella diminuta del piecito wichi, de la manita guaraní, del árbol dibujado con un palito sobre el barro se eternizan hoy en tierra extranjera.

Extranjera de origen. Extranjera de historia. Extranjera de realidades. Extranjera de clase.



*****

El Registro Nacional de Tierras Rurales dio a conocer un informe que arroja que “al menos 2,3 millones de hectáreas se encuentran en manos de extranjeros”. Según esas primeras estimaciones, los estadounidenses encabezan el ranking, con 461.353 hectáreas, mientras que los italianos han declarado formalmente 455.322 hectáreas.

La Federación Agraria Argentina estima que el total es muy superior y que puede oscilar entre los 20 y los 25 millones de hectáreas.

Lagos, reservas naturales, pueblos enteros incluso, van sumando a las arcas de empresarios.

Avisos clasificados convocan a ganar territorio. Pasen y vean, qué lindas tolderías, cantaría Les Luthiers. “Está ubicado en un paraíso fiscal, con beneficios estables y grandes ganancias”, subrayaba el aviso que malvendía hectáreas en Río Grande.

¿Cuántos sueños caben en un sueño? ¿Cuántos países caben en las tierras en manos de grandes empresarios extranjeros (de nacionalidad)?

El país tiene 279 millones de hectáreas en su parte continental. Pero las tierras cultivadas llegan apenas a los 31 millones de hectáreas.

Según el Registro Nacional de Tierras Rurales, en manos de empresarios extranjeros está la superficie entera de un país como El Salvador. O la quinta parte de países como Honduras o Cuba. Según la Federación Agraria Argentina, en manos de empresarios extranjeros está la superficie entera de un país como Ecuador; de dos Nicaragua; la suma de Nicaragua y Honduras o una vez y media el territorio entero de Uruguay.

Para el Registro de Tierras, representan el 0,8 por ciento de la superficie total. Para la Federación Agraria, entre el 7 y el 9 por ciento.

Fue el gobierno de Farrell-Perón el que con el decreto-ley 15.385/44 declaró que es de “conveniencia nacional que los bienes ubicados en zonas de seguridad pertenezcan a ciudadanos nativos” y expropió gran cantidad de propiedades extranjeras.


*****

Hay otro concepto de propiedad extranjera muy lejano al de la nacionalidad. No nace de fronteras que demarcan límites políticos. Arranca en la médula de un sistema que endiosa los capitales y olvida a los desarrapados y expoliados de la historia.

En “Tierras S.A.: Crónicas de un país rematado", los periodistas Andrés Klipphan y Daniel Enz hablan del proceso de extranjerización de la tierra acompañado de la “fiebre verde” u “oro verde”: el cultivo de la soja. Un proceso que es posible en un país en el que la concentración de tierras es el abono perfecto para el negocio.

Si restan dudas, hoy –revela Ecoportal.net- “la patria grande sojera está conformada por Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Los cinco países cuentan con 47 millones de hectáreas con soja transgénica”. En Argentina, puntualmente, abarca el 59 % de toda la tierra cultivada. En 1970 alcanzaba apenas el 1 %.

El Censo Agropecuario 2001 –cuentan Klipphan y Enz- desnuda que los 936 terratenientes más poderosos tienen 35.515.000 hectáreas, y en el otro extremo, 137.021 agricultores poseen solamente 2.288.000.

El proceso de extranjerización de la tierra nace para esos números de otro concepto, el de las fronteras ideológicas que marca el dios dinero.

¿Acaso para los pueblos originarios de la Patagonia hay diferencias reales si lo desalojan la familia Benetton o Manu Ginobili?

Para entender: los Benetton enjuiciaron por desalojo a la comunidad mapuche Santa Rosa Leleque de las tierras que compraron en la Patagonia.

El jugador de básquet Emanuel Ginóbili, estrella de la selección nacional y de la liga estadounidense NBA devenido héroe y modelo a imitar, enjuició a la comunidad mapuche Paichil Antriao, de la zona de Villa la Angostura.

No siempre esa extranjería la plantean las fronteras políticas. La mayoría de las veces las imponen las fronteras bancarias.

Conceptos de extranjería que ubican socialmente mucho más ajenos a los Qom que a Ted Turner. A los mapuches que al italianísimo Benetton. Hay espejos en los que resulta impensable reflejarse.


*****

“En este año glorioso, una serie de acontecimientos felices comenzaron y terminaron la gran obra que ha dado los siguientes resultados: la pacificación de los desiertos que se extienden al sur de la República; la conquista de 20.000 leguas de tierras fértiles entregadas a la civilización; la sumisión y la regeneración de poblaciones salvajes…”, escribía Manuel J. Olascoaga en 1881.

Los grandes estancieros concentraron entonces en sus manos la gran propiedad privada. Y terratenientes ilustres espejaron el deseo europeizante. “Más rico que Anchorena”, se escuchaba en la Argentina de inicios del siglo XX. “Rico como argentino”, se decía en la París de esos mismos días.

Anchorena, Blaquier, Martínez de Hoz, Benetton, Tompkins o los anglo-malayos de Walbrook no plantean las diferencias. Después de todo, a Cristian Ferreyra no lo mandó a matar un inglés propietario de cientos de miles de hectáreas. Lo asesinó un matón que obedecía al empresario rural al que se enfrentaba la comunidad indígena lule-vilela de San Antonio, en Santiago. La misma provincia en que murió Sandra Juárez un año antes, de un paro cardíaco, mientras trataba de frenar las topadoras que destruirían sus sueños. Ni tampoco fue un megaempresario norteamericano el que mandó matar a Javier Chocobar, comunero diaguita de la comunidad Chuschagasta, un año antes o a Roberto López, de la comunidad qom Potae Napocna Navogoh, de Formosa.

¿A quién temerá más el líder qom Félix Díaz? ¿A la policía de Gildo Insfrán o a la seguridad privada de Douglas Tompkins, Ted Turner o Ward Lay? Es simple cuestión de ubicación territorial. No mucho más. En nombre del Estado o en nombre de los socios del Estado.

Hay distintos niveles de extranjería en un mundo que se empeña en envenenar los suelos, el aire, el agua y seguir hundiendo en la pobreza a 189 millones de latinoamericanos.

Y desde el fondo de la tierra siguen pertinaces las voces antiguas. Esas que en versos de Jorge Enrique Adoum recordaron: Todo lo que tienes a mí me estás quitando: porque sembré y no fue mía la cosecha, porque cuidé tu viña y no gotearon en mis manos los racimos, tampoco tuve el agua y la tierra conquistadas… Pero sé del suelo la dimensión exacta que será reconquistada a tu violencia. ¿No es mío acaso el sitio donde me han matado tanto?

Por Claudia Rafael    

Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo

Nota relacionada: Patria grande y sojera

No hay comentarios:

Publicar un comentario