martes, 2 de octubre de 2012

Matar a Belgrano


El feriado del 24 de setiembre debió servir para pensar por qué al vencedor de la batalla de Tucumán primero se lo declaró padre de la patria y sólo siete años después, reo peligroso y le pusieron grilletes en sus piernas. Belgrano llegó a Jujuy con trescientos desesperados en aquel 1812. En setiembre, sin embargo, sumó más de cinco mil. No fue un milagro. Fueron dos hechos claros y convincentes que lo convirtieron en líder de masas: distribución de tierras a cada una de las familias sin importar ninguna diferencia de clase, de color de piel, religión u origen y, además, fuero gaucho, carta de ciudadanía al que peleara por la liberación de estos arrabales del mundo. La oligarquía del noroeste no olvidó ninguno de los dos hechos. Primero festejó que los españoles ya no estarían más al frente de los negocios, ahora serían ellos, los propietarios de haciendas, animales y seres humanos. Y segundo, las clases dominantes jamás respetarían la igualdad ni mucho menos a los protectores de sus explotados. Por eso Belgrano terminó engrillado y perseguido y Martín Miguel de Güemes asesinado. Eran las clases dominantes de los territorios que luego fueron las provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja.

El objetivo era matar a Belgrano. Y lo lograron.


El feriado, vaciado de contenido, esconde la lógica de los vencedores. Belgrano venció a los españoles pero fue vencido por aquellas oligarquías.

Los dueños de la tierra siguen siendo los dueños de las vidas de las mujeres y los hombres de esas geografías.

De allí que las noticias dicen que “pistoleros se ofrecen en el sur de Salta para desalojar a campesinos”.

“José Luis Palavecino, tal el nombre completo del cowboy reencarnado en la localidad santiagueña de Monte Quemado, es el jefe de los alambradores con los que puesteros criollos de La Choya se toparon en esa finca el pasado 1 de julio.

Uno de los pastajeros que salió al paso de los intrusos, Sixto Ruiz, recibió un disparo a sangre fría. La bala le atravesó el pecho, rozó el corazón y salió entre dos costillas dorsales. El hombre llegó agonizante al hospital de Joaquín V. González, donde los médicos apenas pudieron salvarle la vida.

Ruiz siente que sigue vivo “sólo porque Dios así lo quiso”, de modo que a ese designio divino Palavecino debería agradecerle también que los cargos penales en su contra sean por tentativa de homicidio y no por una muerte consumada”, apunta la crónica periodística.

Pero los casos se multiplican.

María Guillermo Argañaraz junto a sus hijos Rovin, Timoteo, Eduardo, Soledad y Eneida denuncian que los alambradores avanzan en su finca, localizada a 25 kilómetros de Talavera, ahora con policías de esa población a los les pagan adicionales para amedrentarlos.

El grupo familiar hostigado en La Choya tiene cuatro nenas y tres varones, con edades que no llegan a 10 años, quienes viven atemorizados por macheteros, alambradores, desalojadores, matones armados y uniformados a sueldo. A una mujer le quemaron la casa y la silla de ruedas.

“Los grupos criollos que habitan en fincas recostadas sobre el límite con Santiago del Estero, como La Choya, Pilpintos, Halladito, Suri, Vinalito, Roca, Cordillera y Lorena, no son las únicas que sufren las tropelías de matones contratados para desalojarlos de esas tierras. La precariedad de las posesiones también se presta a atropellos de grupos armados en otros rincones del chaco salteño”, remarca el artículo.

Las clases dominantes, los dueños de la tierra de Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero siguen en el tercer milenio con el mandato permanente de sus ancestros: matar a Belgrano y a todos aquellos que osen pensar que el suelo puede ser para todos y que cada uno merece ser tratado con dignidad. De allí que los pistoleros de la actualidad no sean otra cosa que la expresión de aquel poder que se adueñó el significado profundo del último feriado del 24 de setiembre.

Por Carlos del Frade  

Fuente: Agencia de Noticias Pelota de Trapo

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