Entre 1976 y 1983, la noche carnívora de la dictadura se cobró la vida de 30 mil compañeras y compañeros. Seis de cada diez tenía menos de veinticinco años.
Desde 1995 hasta la actualidad, seis de cada diez desocupados tiene menos de veinticinco años y seis de cada diez detenidos en las principales provincias argentinas también son menores de veinticinco años.
El triple 6 de los últimos cuarenta años de historia argentina.
El número de la bestia, según la metáfora bíblica del Apocalipsis. En este caso, las estadísticas muestran que la gran bestia es el sistema que castiga a las pibas y los pibes que tienen por necesidad biológica y cultural producir cambios en sus vidas y la sociedad.
Los desaparece, los desocupa, los convierte en delincuentes.
Sin embargo, en los últimos días amaneció la idea de darles un derecho a los que tienen dieciséis años.
Un proyecto electoral.
De acuerdo con esta urgencia del oficialismo, los más perjudicados en las últimas cuatro décadas de historia argentina ahora serán los protagonistas de las próximas semanas cuando se discuta en el Congreso de la Nación la posibilidad del voto para las chicas y los chicos de dieciséis años.
Los mismos que ahora son sujetos de punibilidad desde los tiempos de Néstor Kirchner y el ingeniero Blumberg.
Los que no terminan la escuela secundaria aunque hay una ley que dice que este ciclo es obligatorio para todas y todos.
No está mal darle un derecho de vez en cuando.
El problema está en la vida cotidiana, en las horas de los días de todos los días.
Las estadísticas indican que hay 2.111.430 pibas y pibes entre los quince y los diecisiete años en la Argentina actual.
Los que no asisten a la escuela son 389.506 y de acuerdo a la última investigación del Observatorio de la Deuda Social, el 37 por ciento pertenece a hogares que sobreviven por debajo de la línea de la pobreza; el 34 por ciento recibe algún tipo de plan o programa social; casi el 44 por ciento no tiene cobertura de salud y el 55 por ciento no tiene biblioteca en su casa.
Cifras que remarcan aquella huella profunda de la historia argentina del último medio siglo.
Los más castigados en la vida cotidiana.
Los que convierten en realidad concreta aquello de ser adolescentes, los que adolecen, los que sufren las consecuencias de una sociedad que dice preocuparse por su suerte y que, en realidad, los persigue de diferentes maneras.
En ese contexto, entonces, se otorgará la posibilidad de elegir a sus representantes.
Allí es cuando el derecho a votar se transforma en una dádiva en medio de muchas urgencias existenciales.
Porque no todos los pibes ni todas las pibas de la Argentina tienen el derecho cotidiano de soñar, estudiar, trabajar, hacer deportes, disfrutar del arte y la alegría o vivir en un ambiente digno.
¿Podrán los pibes cuando tengan el derecho a votar, la posibilidad de elegir cada pedacito de su vida con la misma facilidad?
Votar cada dos años será un derecho y hará que las pibas y los pibes de dieciséis años se sientan sujetos y no objetos de la represión o formateados para convertirlos en consumidores consumidos.
¿Y los otros 728 días tendrán la posibilidad de elegir cómo vivir o seguirán siendo víctimas de un sistema que, desde hace cuarenta años, viene castigándolos de manera permanente y obligándolos a resignar sus ideales de tal forma que han reemplazado el verbo vivir por el de zafar?
Ojalá que esta discusión tan subordinada a los intereses electorales abra el necesario debate sobre la imposibilidad de elegir que tienen todos los días las pibas y los pibes de dieciséis años.
Por Carlos de Frade
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
Fuente de datos:
Observatorio de la Deuda Social de la UCA; INDEC; “Clarín”, domingo 2 de setiembre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario