(Otra vez, gato por liebre)
Desde la madrugada en que apareciera muerto, con un tiro en la cabeza, el titular de la Unidad Fiscal AMIA Alberto Nisman, se impuso en los medios (“amigos” y “enemigos” del gobierno) un escenario que mezcló irreverentemente el atentado terrorista a la AMIA y sus 85 muertos con opiniones más o menos “expertas” sobre pestillos y cerraduras, pasadizos con aires acondicionados, dermotest vs. barrido electrónico, autopsias “psicológicas”, escuchas telefónicas que dan más vergüenza ajena que miedo y demás paparruchadas distractivas. Con el paso de los días, sin embargo, el tema de los “servicios de inteligencia” se fue afianzando como telón de fondo del espectáculo, hasta llegar al discurso presidencial del lunes 26 de enero, en el que la presidenta anunció, por cadena nacional, que se había dado cuenta que es necesario “cortar de cuajo” con esa “calesita permanente de fiscales, jueces y medios de comunicación” que constituye la Secretaría de Inteligencia, una “deuda de la democracia”.
Hasta el más benévolo dirá que resulta bastante tardío el reconocimiento de la “deuda” por parte de quien ejerce la primera magistratura desde hace más de siete años, y fue cónyuge y primera socia política del que gobernó los cuatro años anteriores, sin contar sus previas experiencias en bancas legislativas y casas de gobierno municipales y provincial.
La SI (Secretaría de Inteligencia), hasta 2005 SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) y en su origen CIDE (Coordinación de Informaciones de Estado, creada en 1946 por el presidente Juan Domingo Perón) depende directamente del Poder Ejecutivo Nacional. No hay –no hubo nunca- intermediación alguna entre el Secretario de Inteligencia, que es un miembro especial del Gabinete de Ministros del Poder Ejecutivo Nacional, y la Presidencia de la Nación. Por algo cada gestión, desde 1983 a la fecha, colocó en ese cargo a “hombres de confianza”, como lo fueron, desde mayo de 2003, Sergio Acevedo, Héctor Icazuriaga, y ahora Oscar Parrilli; o antes Facundo Suárez (padre) para Raúl Alfonsín; Juan Bautista “Tata” Yofre y Hugo Anzorreguy para Carlos Menem; Fernando de Santibáñez y Carlos Becerra para Fernando de La Rúa y Carlos Soria y Miguel Ángel Toma para Eduardo Duhalde.