“La solución está en el pueblo, únicamente los pueblos tienen la llave de la solución, ellos sabrán dar respuestas a las crisis de paradigmas del mundo moderno que inventó el conocimiento supuestamente para mejorar la calidad de vida, pero lo está usando para la dominación”.
(Andrés E. Carrasco)
(Andrés E. Carrasco)
La Facultad de Ciencias Médicas de la
Universidad Nacional de Rosario estableció por unanimidad, a través
de su consejo directivo, que cada 16 de junio sea recordado como el
Día de la Ciencia Digna. La fecha elegida coincide con el nacimiento
del científico Andrés Carrasco.
Sobran los motivos para tan merecido
homenaje. Más de treinta años de carrera puestos al servicio del
pueblo. Desde 2009, cuando su investigación sobre los efectos del
glifosato fue tapa de Página/12, su nombre y su trabajo fue tomado
como escudo por las víctimas del modelo del agronegocio. Ahora sí,
quienes llevaban años denunciando y sufriendo los efectos de los
agroquímicos (mejor dicho, agrotóxicos), encontraban en un
científico reconocido el respaldo a sus denuncias. “No descubrí
nada nuevo. Digo lo mismo que las familias que son fumigadas, sólo
que lo confirmé en un laboratorio”, solía decir Carrasco según
recuerda el periodista Darío Aranda. Desde ese año fue invitado en
universidades y ámbitos académicos, a exponer frente a asambleas,
campañas contra las fumigaciones y un largo etcétera de
participaciones a las que les dedicaba gran parte de su tiempo.
Durante los dos primeros años del
nuevo siglo fue presidente del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet); fue Subsecretario de Ciencia del
Ministerio de Defensa hasta 2009, cuando renunció por presiones para
limitar sus investigaciones sobre los efectos de los agrotóxicos
sobre la salud humana. Hasta los últimos días de su vida se
desempeñó como Director del Laboratorio de Embriología Molecular
de la UBA, desde donde realizó los estudios que demostraron el
mecanismo por el cual el glifosato genera alteraciones en el
desarrollo embrionario.
Con un largo reconocimiento en el
ámbito académico, puso al servicio de las mayorías su conocimiento
y su trabajo científico, acompañando con su cuerpo las luchas.
Semejante hazaña en un ambiente tan alejado de los territorios no le
iba a costar poco.
Carrasco ha sido blanco directo de
difamaciones, hostigamientos, amenazas, censuras y desprestigio. Su
trabajo molestaba a muchos: desde las empresas de agroquímicos hasta
funcionarios públicos. En síntesis, molestaba al poder.
Por éstas y tantas otras cosas es que
se rindió por primera vez homenaje a Andrés Carrasco en el Día de
la Ciencia Digna. Pasado apenas un poco más de un mes de su
fallecimiento, la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR reunió a
científicos, miembros de organizaciones que luchan contra las
fumigaciones y los agrotóxicos, de asambleas y movimientos sociales,
y algunos familiares. Todos con la particularidad de haber conocido a
Carrasco, de haber sido al menos en un momento parte de su vida.
Ciencia al servicio de quién
Para la primera parte de la jornada
hubo un espacio para la Divulgación Científica. De ésto se ocupó
el investigador del Conicet, Damián Marino. En su repaso por varias
experiencias trabajando con las poblaciones afectadas por las
fumigaciones, Marino aseguró que el saber y la experiencia de
quienes viven y sufren las problemáticas son la clave para
investigar. “Aprendimos mucho más estando en la calle”, dijo.
Algo tenido en cuenta muy pocas veces, sobre todo por los científicos
que se encierran en cuatro paredes.
Un caso que plasmó la relación
directa de la ciencia con la gente fue detallado por el investigador.
Todo empieza con un llamado telefónico de una mujer que había sido
fumigada por un avión en su casa en el campo. La mujer contó que
apenas unas horas después de lo ocurrido su perro, su conejo y su
canario murieron. Asustada por semejante efecto congeló el canario y
llamó a los investigadores. “Más allá de los resultados
obtenidos, lo importante es esta relación, porque ese canario no era
una muestra más, había sido por varios años parte de la vida de
esa mujer, significaba muchas cosas, su mundo privado, y ella lo
entregaba para que lo investiguemos”, contó con orgullo Marino,
graficando la relación humana y necesaria de la ciencia.
Para Marino, el caso de las escuelas
fumigadas es lo más grave y pidió que todas las miradas se posen
sobre esta problemática. “Medimos agroquímicos en el aire, es el
fin del derecho. Ya no podemos elegir que aire vamos a respirar”,
sentenció y agregó en crudas palabras: “Los chicos están cagados
antes de nacer”.
Además de repasar experiencias e
interrogantes sobre los quehaceres de la ciencia, el investigador
dedicó unos minutos a su relación con Andrés Carrasco. Según
Marino, los pares del doctor no eran otros científicos, “era la
gente, él era uno más”. También recordó algunos concejos y
enseñanzas. Una que eligió resaltar fue que Carrasco sabía muy
bien cuándo molestaba un trabajo: presentar, como científico,
cualquier investigación dentro de los círculos es aceptada. El
problema aparece cuando ésta trasciende, cuando sale a la luz,
cuando es decodificada toda la información técnica y llega a la
gente. Algo que tenía muy claro el doctor.
Luego fue el turno del decano de la
Facultad sede del homenaje, Miguel Farroni, que recordó su corta
relación con Carrasco y puntualizó el lugar de la Universidad
pública y de la ciencia. “Toda la ciencia es importante, pero la
que vuelve a la comunidad y se compromete es la más importante”,
disparó como una declaración de principios para estudiantes y
científicos. El decano de la Universidad de La Matanza, Mario
Rovere, no pudo asistir al homenaje pero envió una carta. Dentro de
las palabras leídas dejó un interrogante que habla por sí sólo:
“¿Por qué con tanta trayectoria y reconocimiento (Carrasco) se
lanzó a semejante acto político?”.
Sembrando semillas
En un segundo momento del homenaje
participaron algunos de los que compartieron luchas y diferentes
experiencias con Andrés Carrasco. El primer orador fue Carlos
Manessi, del Centro de Protección a la Naturaleza (CeProNat) que
resaltó la importancia que tuvo el trabajo de Carrasco: “En el año
2009 trasciende el trabajo de Andrés y a partir de ahí nuestra
campaña, Paren de Fumigarnos -Santa Fe-, tiene una bisagra. Hasta
ese momento veníamos con la presunción de que algo sucedía en el
campo, con los químicos, había investigaciones que nos llegaban de
afuera, pero nos estaba faltando algo nuestro y Andrés fue quien
puso esa semilla”.
Manessi recordó y agradeció a
Carrasco en nombre de todos los pueblos fumigados: “Nos enseñó un
camino y ese camino hay que seguirlo caminando, porque están
sucediendo cosas tremendas en el país y Andrés fue uno de los que
puso un poco de claridad entre lo que estaba pasando”.
Carlos Vicente, miembro de la ong Grain
y de Acción por la Biodiversidad, hizo un recorrido por muchos de
sus momentos compartidos con Andrés Carrasco. Desde 2007 cuando lo
conoció, compartió conferencias, reuniones, viajes, cátedras y
luchas, destacando su vitalidad hasta el final de sus días. “Todos
nosotros somos Andrés. Se ha convertido en un imprescindible y sigue
en la lucha”, dijo Vicente parafraseando a Brecht. Además, destacó
dos cuestiones: por un lado, su visión de la ciencia biológica que
entendió a la naturaleza, a la vida, lejos del mecanicismo de los
demás científicos que él mismo se animó a cuestionar. Por otro,
avanzó en la consolidación de un grupo abierto para crear una Unión
de Científicos Comprometidos por la Sociedad de América Latina.
También recordó toda su trayectoria y reconocimiento más allá de
las fronteras del país. “Andrés no solo sembró su lucha y
conocimiento en Argentina sino que ha estado en muchos espacios
ligados a las luchas socioambientables. Después de su fallecimiento
hemos tenido eco de todos esos lugares ya que fue como un maestro
para todos nosotros”, recordó Vicente.
En el panel también estuvo presente
Sofía Gatica, una de las fundadoras de las Madres de Ituzaingó
Anexo y una de las referentes en la lucha contra la instalación de
la planta de Monsanto en la localidad cordobesa de Malvinas
Argentinas. Gatica relató el momento en el que Carrasco se acercó
para ayudar a las Madres: “En 2009 golpeó la puerta de mi casa,
dijo que era un científico del Conicet y que venía a demostrar que
nosotros teníamos razón, que había realizado la investigación por
nosotros y que no la había publicado. Entonces le pregunté: '¿usted
se anima a decirlo frente al grupo de Madres y frente a un medio?' Al
día siguiente armamos una reunión con las madres, llamamos a un
medio y a un medico. No podíamos creer que un científico del
Conicet diga que tengamos razón, siempre nos trataban de locas, y él
volvió a repetir lo mismo que me había dicho en mi casa. Desde ese
momento no nos separamos más”.
Gatica también destacó cuando, en
pleno proceso del juicio histórico contra las fumigaciones en
Ituzaingó, Carrasco presentó su investigación como prueba y
denunció a otros científicos del Conicet que habían realizado una
investigación que desmentía la suya y los señaló como empleados
de Monsanto. “Ahí nos dimos cuenta que teníamos un doctor al
servicio de la gente”, declaró la referente. También narró el
momento en el que le informó a Carrasco de la idea de tomar el
predio de la planta en construcción de Monsanto, en Malvinas
Argentinas. “Fue al primero que avisé. Después él dijo: 'si te
metés te van a llevar detenida y la planta se instala, hay que
pensar otra medida'. 'Un bloqueo', le dije en ese momento. Le pareció
más oportuno y se bloqueó por su consejo”.
“Son muy pocos los que saben todo lo
que Argentina le debe al doctor Carrasco. Somos un puñadito acá, no
son conscientes de lo que hizo el doctor, tendríamos que estar todos
en la calle. Esa semilla que él sembró tiene que estar creciendo
por todos lados. Muchas están germinando, y como decía el doctor
'la sacamos adelante juntos'”, finalizó conmovida Gatica.
Alicia Massarini es bióloga,
investigadora del Conicet y compañera de Andrés Carrasco en sus
últimos años. Leyó una extensa carta en la que repasó la
importancia y el peso político de los pasos dados por el científico.
Remarcó su compromiso, sus ideas políticas y su lucha dentro de la
ciencia. “Andrés, científico y militante, todo uno. Puso su
ciencia, su saber, su historia, su pasión, su inteligencia y su
compromiso al servicio de la imperiosa necesidad de seguir
resistiendo a la lógica letal del sistema capitalista”, describió
en uno de sus interesantes pasajes Massarini.
“Lo hizo de una manera integral,
frontal y valiente, sin ignorar el precio que pagaría por ello. Lo
llevó adelante con enteresa, sin respiro ni reparo, aunque sin
dudas, no sin sufrimiento físico y moral”, puntualizó emocionada
su compañera y continuó: “Agradezco a la vida el enorme
privilegio de haber compartido el último tramo de su vida, de
haberlo acompañado en su aventura intelectual, en su reflexión
política, en su constantes incursiones en los territorios donde los
pueblos resisten este modelo mercantil-extractivista que amenaza con
arrasar los bienes comunes, la naturaleza y la salud de nuestros
pueblos”.
Para finalizar, volvió sobre la idea
que estuvo activa durante toda la jornada: la presencia de Carrasco y
la necesidad de seguir transitando su camino. “Maestro, médico,
científico, militante de la vida, compañero. Andrés íntegro,
único, indispensable. Andrés siempre en nuestras luchas, siempre en
nuestros sueños”, finalizó su lectura Massarini.
El último orador fue el periodista
Darío Aranda, quién compartió muchas experiencias y momentos con
Andrés Carrasco. En un primer momento recordó cuando Andrés lo
llamó por teléfono, “hablando rápido”, se presentó como
científico y le contó que había confirmado lo que otros
científicos ya habían descubierto y lo que sostenían desde hacía
mucho tiempo las poblaciones afectadas: que el producto estrella del
agro argentino, el glifosato, produce malformaciones neuronales,
intestinales y cardíacas. “Nunca había escuchado su nombre y por
entonces, para mí, el Conicet era algo impoluto, algo transparente
(con él hice un curso acelerado y vi que era todo lo contrario)”,
contó Aranda. Luego esa investigación, de la mano del periodista,
fue tapa de Página/12 y desde ese momento todo cambió para las
luchas contra el agronegocio.
El periodista realizó un breve punteo
sobre algunas cuestiones que le pareció necesario destacar. En un
primer lugar, Carrasco decía que ya no había que estudiar más el
glifosato, “porque ya está probado su efecto”. Sostenía que a
lo que hay que apuntar es al modelo, no sólo el agropecuario, sino
también el modelo científico al servicio de las corporaciones.
“Esto disparaba la pregunta: ¿ciencia para quién y para qué?”,
explicó Aranda.
Otro punto fue que los científicos
“tienen que dejar de escribir para los círculos reducidos”,
tienen que salir a decir, tienen que contarle a la población aquello
que investigan y ponerlo a su servicio. “'El silencio es
complicidad', como decía desde el nombre de su programa de radio”,
recordó. También destacó el rol de la universidad publica. Además,
en este punto, realizó una mención especial sobre el accionar del
ministro de Ciencia, Lino Barañao, que desde 2009 intentó
desacreditar el trabajo de Carrasco. “Un científico comprometido
con el pueblo y un científico al servicio de las corporaciones”,
diferenció el periodista. En un segundo momento mencionó a la
cúpula del Conicet que en un último ataque le negó, “de manera
tan mañosa”, la promoción a investigador superior que había
solicitado. Fue un castigo por su lucha. Según Aranda, a Carrasco no
le molestaba que le hayan negado la promoción, “le molestaba la
forma”, se indignaba por como era ninguneado por científicos
empresarios. “Él decía: 'no se las voy a dejar pasar, si cedo
ante ésto, ¿qué mensaje dejo para los científicos más jóvenes?'
Y salió a denunciarlos. Obviamente los medios de comunicación, ni
la corpo con C ni la corpo con K quisieron dar cuenta de eso”,
relató.
“Yo decía en un momento que los
amigos hablan de uno y los enemigos también”, dijo Aranda y
continuó: “Al otro día de la partida de Andrés, el
vicepresidente de Monsanto en Argentina, Pablo Vaquero, puso en su
cuenta de Twitter unas pocas palabras diciendo: 'El Conicet no había
avalado su estudio', y puso un link con una cita del ministro Barañao
diciendo que ellos no avalaban el estudio”.
Mientras tanto, por otro lado, las
redes sociales se taparon de imagenes, notas, videos, cartas de
despedida, agradecimientos. Los pueblos fumigados, movimientos de
campesinos, pueblos indígenas, organizaciones sociales, y un
sinnúmero más que se hicieron eco de la triste noticia.
“Me acuerdo que el día del velatorio
me llamó muy triste Félix Díaz y me dijo llorando del otro lado
del teléfono: 'nosotros tendríamos que estar ahí como él estuvo
con nosotros'”, contó el periodista y para finalizar leyó unas
palabras de su artículo de despedida: “(...) Se transformó en un
referente hereje de la ciencia argentina. No tendrá despedidas en
grandes medios, no habrá palabras de ocasión de funcionarios ni
habrá actos de homenaje en instituciones académicas. Andrés
Carrasco optó por otro camino: cuestionar un modelo de corporaciones
y gobiernos y decidió caminar junto a campesinos, madres fumigadas,
pueblos en lucha. No había asamblea en donde no se lo nombrara. No
existe papers, revista científica ni congreso académico que
habilite a entrar donde él ingresó, a fuerza de compromiso con el
pueblo: Andrés Carrasco ya tiene un lugar en la historia viva de los
que luchan”.
Por último, se leyó la Declaración
Latinoamericana de la Ciencia Digna, redactada por el propio
Carrasco. También se anunció el lanzamiento de la Unión de
Científicos comprometidos por la Sociedad, una de las ideas que soñó
el doctor. Y al final, entre mezcla de emociones, se otorgó un
recordatorio a modo de homenaje a su hijo, su hija y su nieto
presentes.
Por Fabián Chiaramello
Fuente: Cooperativa de Comunicación La Brújula
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