lunes, 14 de enero de 2013
El Rosario de Mercedes
Rosario, en el último año, se ha convertido en una geografía vinculada al narcotráfico y sus asesinatos y ha dejado de ser sinónimo de trova, cultura y fútbol de exportación.
Ningún dirigente de los grandes partidos políticos se ha puesto a pensar por qué sucedió esta transformación.
Apenas se quedan con las imágenes de bienestar y se hacen fuertes desde ellas.
El problema es, sin embargo, que la vida cotidiana de los rosarinos parece ser el efecto directo de esos silencios, de esas preguntas que nadie se hacía mientras desaparecían las fuentes de trabajo.
Fue en la zona oeste de la ciudad.
Algo más que una noticia policial, la confirmación de cómo se vive y cómo se muere hoy en la cuna de la bandera.
“Tenemos indignación y tristeza. Mercedes era una trabajadora social, una mujer comprometida. Exigimos justicia y responsabilidad de la policía. Basta de violencia y represión: este no es el primer caso. El dolor y las lágrimas nos movilizan, la impunidad se nos pega en los huesos, en la garganta y el corazón”, decía el documento que las vecinas y los vecinos de barrio Ludeña, oeste rosarino, leyeron el viernes como despedida de Mercedes Delgado, de cincuenta años, mamá de seis pibes y cocinera de cientos desde el comedor de la Parroquia San Cayetano.
La mataron las balas de dos bandas que se disputaban las esquinas para vender drogas. “Soldaditos”, como se dice cada vez con mayor habitualidad en la ciudad que ya no es obrera, ni portuaria, ni ferroviaria ni industrial. Pero que nadie repara en saber qué cosa es ahora, después de tantos saqueos. Y esa es una de las razones de la multiplicación de los casos de muertes como consecuencia de las narcomafias integradas por policías corruptos.
-La mataron los mismos pibes a los que ella les daba de comer – repitió su marido.
En otro lado de la ciudad, mientras inauguraba un paseo turístico, el gobernador Antonio Bonfatti sostuvo: “No conozco la realidad de los barrios”. Una declaración muy fuerte del que, durante la gestión anterior, la de Hermes Binner, había sido nada menos que ministro de Gobierno de la provincia de Santa Fe.
Quizás nadie le pida a Bonfatti que sepa lo que sucede minuto a minuto en los barrios de las grandes ciudades de la provincia, sino que simplemente repare que por muchas razones, hoy en la zona del Gran Rosario, parece más fácil morir que vivir. Ese es el conocimiento mínimo que se pretende del titular del poder ejecutivo de la provincia.
En la marcha que despedía a Mercedes, sus hijos Juan, Alexis, Bebi, Jésica, Paola y Tiago –que tienen entre trece y treinta años- no podían parar de llorar.
-No podemos permanecer indiferentes, tenemos que sumarnos para salvar a la niñez – dijo el reconocido sacerdote salesiano Edgardo Montaldo que desde hace casi medio siglo inventa esperanzas en el barrio estragado por la falta de trabajo estable y en blanco.
Montaldo, a principios de los años noventa, ya venía denunciando las pujas por manejar las esquinas de parte de distintas bandas de pibes que buscaban algo parecido a la palabra futuro a través del narcotráfico.
Nadie lo escuchó. Montaldo conoce la realidad de su barrio. Quizás haya que preguntarle a él para que ilustre a las autoridades.
En estos días en los que las noticias parecían un parte de una guerra que nadie sabe quién declaró pero que efectivamente está desatada, una fotografía de Mercedes deambuló por la red: se la puede ver amasando mignones, con ternura, decisión y práctica, mientras un chiquito espera a su espalda.
Mercedes amasaba el pan para multiplicarlo, en una fenomenal y cotidiana lucha que llevan adelante miles y miles de anónimos que se juegan por el otro. Cristiana de verdad, Mercedes creía en ayudar a los crucificados y denunciar a los crucificadores.
Por Carlos del Frade
Fuente: Agencia de Noticias Pelota de trapo
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