No
sin sorpresa estamos asistiendo a un debate que pone en evidencia
ciertas construcciones culturales, políticas e ideológicas que, no por
intelectualmente perimidas, dejan de ser socialmente peligrosas. Y es
frente a esta situación que consideramos importante dedicar algunas
líneas a reflexionar al respecto, con la idea de refutar
ciertas creencias que no hacen más que exhacerbar una situación ya de
por sí injusta, como lo es la discriminación sufrida día a día por parte
de un pueblo que habita ancestralmente estas tierras que hoy pisamos, y
en las cuales -y por las cuales- ven violados sus derechos como Nación
preexistente a la nuestra.
En las últimas semanas, en la ciudad
de San Martín de los Andes se originó una fuerte discusión entre el
Ejecutivo municipal, por un lado, y un grupo de ediles (apoyado por un
sector no menor de vecinos), por el otro, en torno a la propuesta del
primero de izar oficialmente la bandera Mapuche junto con las enseñas
argentina y provincial en la plaza San Martín de esa localidad. Una
iniciativa que sin dudas debiera ser vista como un acto de justicia
social y de parcial -muy parcial y limitado- reconocimiento histórico,
como lo es que el wenufoye ondee en lo alto de un mástil cordillerano,
sin embargo ha sido interpretado por los segundos como si se tratase
poco menos como un acto de secesión. Una medida absolutamente legítima
en términos históricos, y completamente legal en términos jurídicos, ha
sido percibida como una afrenta.
Ante esta situación, lo
primero que debieramos recordar es que la idea de Nación no se
contrapone a la de Estado. Y es en tal sentido que el pueblo Mapuche
reivindica su ser nacional, en tanto sus miembros comparten una misma
cosmovisión, una misma lengua y una misma cultura aún dentro de un
Estado argentino que reclaman plurinacional, como sin dudas lo es en los
hechos. Hechos y realidad que se hallan muy lejos de la fantasía
disgregadora y discriminatoria de homogeneidad étnica, racial, cultural e
identitaria que, desde los inicios del proceso de conformación del
Estado argentino hace más de 200 años, ha movilizado históricamente a
determinadas facciones de poder. Homogeneidad que no es más que un mito.
Pero un mito en cuyo nombre se han cometido todo tipo de abusos y
tropelías. Y allí estriba su peligrosidad.
La preexistencia de
los pueblos originarios a la ocupación del actual territorio de la
provincia de Neuquén es un hecho histórico indudable, reconocido tanto
por la Constitución provincial como por la Constitución Nacional. Más
aún, en su propia Carta Orgánica San Martín de los Andes se reconoce
expresamente como municipio intercultural, promoviendo la mutua
aceptación como clave para la convivencia pacífica de los pueblos. No
obstante, con la norma no basta. De diversas maneras y en repetidas
ocasiones, desde distintos sectores de los gobiernos nacional y
provincial se ha hecho oídos sordos a los reclamos legítimos de las
distintas comunidades originarias del país; en especial en los últimos
años, ante el mismo y recurrente problema de la tierra y las pujas por
su uso/propiedad.
Una vez más resuenan las palabras de Marx
parafraseando a Hegel, respecto a que los grandes hechos y personajes de
la historia se producen dos veces, la primera como tragedia y la
segunda como farsa. ¿Cómo no ver si no bajo este cristal la recurrencia a
la segregación, a la discriminación y la exclusión que hoy se persigue
contra muchos pueblos originarios del territorio nacional y, en
particular contra el Mapuche, como una sugestiva farsa de aquella
tragedia que significó el genocidio impuesto sobre estas comunidades
hacia el ocaso del siglo XIX por parte del Estado argentino?
Hay verdades que pueden resultar dolorosas para quienes gozan de
bondades conseguidas por medios que escandalizarían a esas mismas
personas, si en lugar de haber sido los beneficiarios de tales
acontecimientos, hubieran sido los perjudicatarios. Es común, por
ejemplo, que muchas personas que denuncian como un acto de colonialismo
la ocupación militar de las Islas Malvinas por parte de los ingleses, se
resistan a aceptar la realidad colonialista de la ocupación de los
territorios indígenas por parte del Estado nacional, significativamente
más cruenta y que incluyó abyectas matanzas de diferentes comunidades
originarias, así como el sometimiento a la servidumbre de todos aquellos
y aquellas que no pudieron escapar de las manos del Ejército Argentino.
Las verdades pueden agradarnos o desagradarnos. Pero lo que no podemos hacer, es ignorarlas.
Debemos asumir, como miembros de una nación que durante dos siglos se
erigió por sobre otras de manera homogeneizante y totalizadora, que el
camino no es negar la realidad de las prácticas de nuestros antecesores,
como tampoco lo es continuarlas por otros medios que hoy pueden
resultar más civilizados. Hoy, es nuestro deber como ciudadanos
reconocer que el Estado que nos contiene debiera ser pensado no sólo ya
comointercultural, sino incluso como plurinacional; en el que no sólo el
respeto sino también la reivindicación de los valores, identidades,
prácticas culturales, idiomas, instituciones y cosmovisiones sea el eje
vertebrador. Porque no podremos jamás subsanar los males ocasionados en
la tragedia perpetrada por aquellos, pero sí podemos y debemos evitar
repetirlos en tono de farsa.
Por todo esto, consideramos que
izar la bandera Mapuche en San Martín de los Andes es un acto de
absoluta legitimidad. Y no sólo para quienes se ven directamente
representados por el wenufoye, sino para todas y todos aquellos que nos
vemos también representados por un emblema que nos identifica como parte
de un Estado plurinacional. Apenas un paso en el largo camino que
debemos recorrer para consolidar una sociedad multicultural y
plurinacional -que ya lo somos-, en la que las diferentes culturas,
pueblos y comunidades se hallen en pie real de igualdad, sin que tal
diferencia se conviertan en objeto de injusticia social, política o
económica.
Por Ariel Petruccelli y Pablo Scatizza*
Neuquén, Puelmapu. Noviembre de 2014
* Historiadores. Directores del Departamento de Historia. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional del Comahue
Fuente: Confederación Mapuche de Neuquén
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