Se cumplió el primer día del cese al fuego en el conflicto que involucra
al Estado de Israel y al pueblo palestino. Este miércoles, el
Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás), informó que no se llegó a un
acuerdo para extender la tregua que finaliza este viernes. Mientras
tanto, la negociación entre representantes de ambas partes continúa en
El Cairo.
La masacre desatada
sobre la Franja de Gaza dejó un saldo de destrucción y muerte que fue
imposible de tapar, a pesar del cerco mediático y de las limitaciones a
la hora de acercar información a otras partes del mundo.
Las
imágenes de desolación y la magnitud de los bombardeos israelíes sobre
Gaza son más que elocuentes. Barrios enteros reducidos a escombros, la
emergencia por un poco de agua y alimentos, los desplazamientos,
familias desmembradas, la desesperación de los niños. Son sólo algunos
de los reflejos que nos devuelven las imágenes y la información que
llega ahora que cientos de gazatíes aprovechan el cielo limpio de bombas
para buscar a los suyos. Muchos no tienen dónde volver: 65 mil personas
han quedado sin un hogar.
Los asesinados por los bombardeos y
por el avance por tierra del Ejército israelí ascienden a 1885, según un
informe del ministro de Salud de Gaza. Esta cifra puede seguir
creciendo: a medida que se remueven los escombros y los rescatistas
avanzan, más cuerpos van apareciendo. Los heridos rondan los diez mil
(alrededor de tres mil son niños) y el número de desplazados el medio
millón. “Aunque se ha reducido el número de desplazados en las escuelas
refugio, muchos regresan porque no tienen qué comer o un hogar al que
volver”, comunica la cuenta oficial de la Agencia de Naciones Unidas
para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa). El mensaje
es claro y grafica la destrucción y la situación de emergencia. Esta
agencia, que depende de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
lamenta también la pérdida de once de sus trabajadores humanitarios. Las
escuelas de la Unrwa también fueron atacadas, lo que pintó otra
situación: ningún lugar era seguro. El
Ejército israelí sufrió 64 bajas en sus filas y tres civiles fueron
asesinados por morteros de Hamás, cerca de la frontera con Gaza.
La ofensiva militar fue la peor desde la ocupación israelí de 1967. Superó, incluso, a la operación Plomo Fundido, desatada entre 2008 y 2009, que había sido la más oscura en esta historia.
En
la plenaria de la Asamblea General de la ONU celebrada hoy, el
secretario general, Ban Ki-moon, calificó de “injustificable” el ataque
de Israel a instalaciones civiles, incluidas varias de la organización
que preside, y de la masacre sobre personas inocentes. Por otro lado, el
primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, calificó la operación Márgen Protector como “justificada” y “proporcional”, al mismo tiempo que aclaró que la tregua es un “período de prueba”.
Las
denuncias de la ONU y de tantos organismos de Derechos Humanos tienen
respaldo. Más del 85 por ciento de los asesinados, comprobados hasta el
momento, eran civiles. Entre esas víctimas, 408 eran niños. Está a la
vista que la operación, nombrada bajo ese eufemismo, no es justificada, y
mucho menos proporcional. Basta con conocer el armamento y la
tecnología de uno de los ejércitos más poderosos del mundo o con revisar
la devastación que dejó su paso.
Cisjordania y la Franja de Gaza
sufren el asedio y el bloqueo de Israel desde hace décadas. “La cárcel a
cielo abierto más grande del mundo”, dicen quienes conocen a fondo la
vida en la segunda. El pueblo palestino fue expulsado de sus tierras,
hacinado en dos enclaves muy pequeños, condenado a vivir en la miseria y
la opresión, generadas por un Estado que se autoerige como ejemplo
democrático en Medio Oriente y todo el mundo.
El apartheid, con
el muro en Cisjordania como máximo símbolo del racismo; el bloqueo en
toda la Franja; la imposibilidad de todo un pueblo de desarrollarse
económica, cultural y políticamente; las limitaciones generadas por el
hacinamiento y por el impedimento de su propio desarrollo; el
incumplimiento de resoluciones internacionales; son, entre tantas otras
cuestiones que merecen un artículo aparte, algunas de las injusticias
ante las cuales la comunidad internacional debe dejar de hacer silencio.
Si el bloqueo continúa, las heridas seguirán abiertas y las masacres se
reactivarán con las consecuencias que ya conocemos.
Es hora de que llegue a su fin el genocidio contra el pueblo palestino.
Por Fabián Chiaramello
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