Carlos del Frade es un periodista rosarino, reconocido por su coherencia, ética, militancia y, sobre todo, por su larga producción periodística. Durante más de 30 años de trabajo incansable ha publicado más de cincuenta libros y cuadernos de investigación sobre temas que van desde lo económico, político, religioso, histórico, ecológico, judicial y hasta lo futbolístico. Entre tanto trabajo, muchas de sus investigaciones sirvieron para el esclarecimiento de crímenes de lesa humanidad y de varias formas de saqueos en suelo argentino; recibió decenas de distinciones literarias y fue echado de todos los grandes medios de comunicación de Rosario y la región. Trabaja en medios gráficos, digitales, radiales y televisivos. Es un todoterreno del periodismo.
En esta entrevista repasa viejos vicios y discursos de la comunicación, el rol de los medios alternativos, las redes sociales, la Ley de Medios y la precarización de los trabajadores de prensa, entre otros temas. (Por Fabián Chiaramello)
- Aquel viejo discurso de la objetividad, que encuentra sus raíces en el positivismo, en las ciencias y en la comunicación fue descartado en un momento. ¿Por qué desde algunos sectores siguen esgrimiendo el discurso de la objetividad y la neutralidad para la comunicación?
-Primero que la cuestión de la ciencia generalmente es un mundo reducido, e incluso el mundo de las facultades termina siendo reducido, lo que se discute en las facultades tiene poco que ver con lo que se discute en la política y en la calle. En relación a eso, lo que siempre hemos denunciado es que la objetividad en realidad esconde el discurso de las clases dominantes para mantener el status quo. Se presenta una noticia como objetiva cuando en realidad no daña los intereses de la clase dominante. La objetividad no es más que la presentación de los hechos como una especie de naturaleza de la sociedad, en donde no hay intereses dominantes, donde no hay factores de poder, donde no hay diferencias sociales. La objetividad aparenta ser eso que hasta podemos ver en las ciencias duras, cuando en determinadas circunstancias, por ejemplo, se sabe que dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno combinadas no forman el agua. Por eso hay que seguir batallando contra el discurso del periodismo objetivo, que generalmente es el discurso de los medios dominantes para presentar a la sociedad un esquema en donde se ocultan a los sectores minoritarios que manejan la sociedad.
- En la actualidad, y desde hace décadas, también conviven otras formas de hacer periodismo. Medios alternativos, comunitarios, populares, autogestionados, y cientos de espacios y experiencias que resisten y se oponen al discurso y al poder que reproducen esos grandes medios. ¿Cuál es el peso que éstos tienen en la actualidad y cuál es el efecto para contrarrestar, sí es que lo logran, el discurso del poder?
-Son dos temas distintos. El trabajador de prensa que se mueve dentro de los medios de comunicación alternativos sabe que su trabajo vale expresando lo que pasa en su entorno más cercano, eso es muy importante. Y además eso es un discurso contrahegemónico porque le da visibilidad a lo cercano, lo que generalmente terminaría siendo despreciado por los grandes medios. En ese caso es un discurso contracultural, o por lo menos contracultural en relación a lo dominante.
El problema que tenemos desde los medios alternativos o comunitarios es la masividad. Ese es un desafío político. Podemos vivir toda la vida siendo minoría pero es un problema, porque a la larga la sumatoria va a ser chiquita y merecemos, por todo el trabajo que se hace en los medios de comunicación alternativos y comunitarios, que sean lo más masivos posible. Para eso hay que reafirmar el rol del trabajador de prensa: que sea lo más riguroso posible, lo más preciso posible, y al mismo tiempo que le agregue más información a lo que presentan los trabajadores de prensa de los medios del sistema. Necesitamos trabajar siempre tres o cuatro veces más, para llegar a la mayor cantidad de gente posible, lo que haría que fuéramos masivos. Además de comunitario, además de alternativo, que le llegue a la mayor cantidad de gente posible, es un problema político.
- Para salir de esa marginalidad, ya que a veces la propia etiqueta de “alternativo” marca una diferencia...
-Así es, el espacio para los convencidos. Creo que el periodismo se hace en cualquier lugar. Y el periodismo bueno es aquel que produce más información. Eso generalmente termina siendo contrahegemónico porque cuando producís más información vas a terminar denunciando a uno de los factores de poder que hoy maneja la sociedad. Pero también, esa cuestión del mote, del sello de lo alternativo, termina segmentando el campo de la recepción.
- Otro momento particular fue el que fueron definiendo las nuevas tecnologías y, particularmente en los últimos años, las redes sociales. ¿Cree que éstas democratizan, por decirlo de una manera, la comunicación?
-No. No creo eso. Sí creo que puede haber una serie de nuevas fuentes de información a la hora de producir datos. Pero la construcción periodística no pasa por Facebook ni Twitter o por mails. Pueden brindar nuevos datos.
Lo de democratización de los medios es relativo. Creo en el peso que siguen teniendo la televisión, los diarios y las radios, por esa cuestión de la masividad y la cultura de la lealtad que producen. Todavía no he visto esa situación en Internet, por ejemplo, no he visto que haya aparecido esa cuestión de la masividad y la cultura de la lealtad que producen ciertos programas de televisión, de radio y ciertos diarios. La lealtad, la continuidad en el tiempo. Esa identidad me parece que no se ha producido todavía en Internet. No quiere decir que en un futuro no cambie.
- La información es también, o al menos para los que así la apropian, una mercancía, un producto de consumo. Las redes sociales son parte de ese círculo...
-Sí, igualmente creo que las redes sociales son muy importantes para las organizaciones sociales y políticas, que incluso están en contra del sistema, para dar a conocer su punto de vista. Pero necesitan que esos puntos de vista sean rebotados y multiplicados por los grandes medios, porque sino queda en los seguidores que tenga en determinada red social. Así que en todo caso, son expresiones múltiples de millones, individuales, pero ésto no significa que se conviertan en medios de comunicación que democraticen la información.
- Además, los medios de comunicación generan, producen y reproducen sentidos, ideologías. Reproducen un orden.
-La lógica del capitalismo está claramente evidenciada en los grandes medios de comunicación, por eso me parece que puede haber herramientas comunicacionales más accesibles, pero esas herramientas se tienen que poner al servicio de un proyecto de transformación para que la sociedad sea más democrática. Es muy difícil pensar que se puedan construir medios de comunicación más democráticos cuando la sociedad sigue siendo a imagen y semejanza de los intereses de una minoría. Esa es la gran cuestión y el desafío político-cultural que tenemos.
- Carlos del Frade tiene una larga trayectoria periodística: investigaciones, artículos, publicaciones, libros y producciones en amplias ramas de la comunicación. Sin embargo le han cerrado las puertas en todos, o casi todos, los medios masivos de la ciudad. ¿Cree que existe una verdadera o una completa libertad de expresión?
-Yo creo que la libertad de expresión es una especie de concepción de mandamiento bíblico, algo que existe en el territorio de la metafísica. La libertad de expresión sería la libertad que tiene el trabajador de prensa para decir lo que quiere donde quiere, y eso es mentira. Efectivamente, un albañil puede levantar una pared en cualquier lugar, pero no va a trabajar en la mejor constructora del país porque quiera, sino porque pueda o no, porque lo tomen o no lo tomen. Lo mismo pasa con un trabajador de prensa. La nueva Ley 26.522, de Servicios de Comunicación Audiovisual, dice en su artículo segundo que todas las personas en Argentina tienen libertad, accesibilidad, a los grandes medios. Es hermoso ese espíritu de la ley, pero es un verso. Yo no puedo ir a Canal 3 y decir “vengo a ejercer mi derecho que está garantizado por el artículo 2 de la ley y quiero a hacer el editorial de 'De12 a 14'”; el portero me echa a patadas. Creo que ningún trabajador de prensa tiene la libertad de elegir donde publicar su trabajo, trabaja donde puede y hace lo que puede, y eso me parece que es una cuestión que va más allá del trabajador de prensa y se mete en la realidad de todos los trabajadores.
- Ya que mencionás la ley, son muchos los puntos que suenan como bellos enunciados pero en la realidad no se ven plasmados.
-En la realidad es difícil. Siempre dije, durante la discusión del anteproyecto, durante la discusión del proyecto y lo dije después: estoy a favor de la ley en líneas generales, pero hay cosas que la misma no dijo en ningún momento. Por ejemplo: cómo sostener los medios del espacio civil de la sociedad, de ese 33 por ciento reservado que enuncia la ley, si en la ley no dice en ningún momento cómo se democratiza la pauta oficial ni tampoco hay una sola mención sobre cómo democratizar la pauta privada, algo que existe en otras legislaciones, en Europa por ejemplo.
- Tampoco hay una diferenciación dentro de ese 33 por ciento reservado a los sin fines de lucro, y es ahí cuando aparecen las controversias ya que, por ejemplo, puede ser que un medio sin fines de lucro sea propiedad de una ONG, de alguna iglesia, de sindicatos...
-Sí, o las famosas cooperativas. Un cosa es AFA como cooperativa, que es una de las principales 200 grandes empresas del país y otra cosa es la cooperativa del barrio toba. No son iguales.
Por eso digo que la ley me parece interesante especialmente a la hora de limitar el poder de los oligopolios, el poder de la concepción unitaria: porque Buenos Aires le cuenta a Purmamarca como amaneció Mataderos, entonces eso está bien. Pero en cuestiones concretas, además es una ley propatronal, algo que siempre denuncié, porque en el artículo 4 dice con claridad que los concesionarios van a aplicar la política editorial de los medios. No solamente que no se habla de los derechos de los trabajadores sino que se habla directamente del derecho del patrón. Después los sindicatos de prensa que adhieren políticamente a la administración kirchnerista, y que tienen el derecho de hacerlo, dicen que ésta no es una ley laboral. Causa extrañeza que en un gobierno peronista, que venía de haber hecho la única ley de comunicación democrática en el año 1953, no se especifique cuál es el rol del trabajador de prensa en los medios audiovisuales. Y eso es remar contracorriente, porque te encontrás con una ley que dice lo que pasa en una radio, en la televisión o un diario es potestad del patrón y eso es gravísimo.
- Y del otro lado está la realidad de la mayor parte de los trabajadores de prensa que sufren una precarización muy particular.
-Es difícil encontrar tanta precarización laboral como en nuestro caso, como trabajadores de prensa. Los que están en blanco son los de los grandes medios: en Rosario los tres diarios, las radios AM y en muy poquitas FM, cuando hay cientas. Eso expresa también esa realidad del poder concreto, del poder económico, cuál es el lugar social que tiene el trabajador. Esas cosas no se han modificado con la ley, algo que también decíamos en medio de la presentación de aquél 7D en el que decían que llegaba la gran transformación, que al otro día íbamos a tener una comunicación democratizada, extraordinaria. No pasó nada, porque obviamente la ley no cambia la realidad, son las fuerzas políticas las que cambian la realidad. La ley es un hecho más que puede ser aplicada o no. Nosotros denunciamos por escrito la falta de discusión de los derechos laborales en la discusión del anteproyecto y el proyecto, pero como siempre, somos minoría.
Por Fabián Chiaramello
Fuente: Cooperativa de Comunicación La Brújula
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